Por: Bobby Jamieson
9Marks Español
Domingo, 9 de agosto de 2015

Piensa en cómo Pablo describe el crecimiento cristiano en Efesios 4:11-16. Cristo mismo constituye líderes en su Iglesia “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” (vv. 11-12), “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto” (v. 13). Seguimos “la verdad en amor” (v. 15) para poder crecer juntos en Cristo “de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (v. 16).

¿Te das cuenta cuán íntimamente entrelaza Pablo el crecimiento cristiano individual y el crecimiento de la iglesia? La manera principal en la que maduramos como cristianos es a través de la vida de la iglesia. Los miembros ayudan al cuerpo a crecer, lo que significa que unos ayudan a crecer a otros. Somos edificados a medida que edificamos a otros. El crecimiento cristiano es un esfuerzo de equipo. Pero los cristianos somos muchísimo más que un equipo; somos miembros del mismo cuerpo.

Otro pasaje que manifiesta la vida de la iglesia como cuerpo es 1 Corintios 12.

• Como miembros del mismo cuerpo, no podemos separarnos a nosotros mismos de él, como si el cuerpo no nos necesitara: “Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?” (v. 15).
• Como miembros del mismo cuerpo, no podemos vivir de forma autónoma, independientes de los otros miembros: “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito” (v. 21).
• Como miembros del mismo cuerpo, debemos cuidar de los otros miembros: “Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros” (vv. 24-25).
• Como miembros del mismo cuerpo, nuestras vidas están íntimamente entrelazadas. Nos gozamos con los que se gozan y lloramos con los que lloran: “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (v. 26).

A pesar de que la metáfora del cuerpo también se aplica a la Iglesia universal, lo que Pablo tiene en mente aquí es la participación de los cristianos en una asamblea local en particular. Ahí es donde sufrimos o nos regocijamos juntos, donde nos honramos los unos a los otros y donde nos relacionamos con miembros que son completamente diferentes a nosotros. Ahí es donde mostramos la sabiduría divina, componiendo el cuerpo no de un miembro, sino de muchos (1 Corintios 12:14).

Como miembro del cuerpo de Cristo, tu vida en una iglesia local debería estructurar tus prioridades, debería definir tu discipulado y debería servir como uno de los sistemas principales a través del cual tomarás la mayoría de las decisiones. La manera en la que vives diariamente tu vida cristiana debería ser definida en su mayor parte por la vida de tu iglesia local.

Esto quiere decir que la vida piadosa que fluye de la sana doctrina no es meramente un asunto individual. Al contrario, la sana doctrina sirve para la vida en la iglesia.

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