3 LECCIONES QUE TODO CRISTIANO NECESITA
APRENDER DE JUAN EL BAUTISTA

Por: Josué Barrios
Domingo, 24 de mayo de 2015

Juan el Bautista fue un hombre realmente extraordinario porque vivió buscando agradar a Dios más que a la gente. Como cristianos, estas son algunas lecciones que necesitamos aprender de él.

1. Asegúrate de apuntar siempre a Jesús.

“Ustedes mismos son mis testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.” El que tiene la esposa, es el esposo; pero el amigo del esposo, que está a su lado y lo oye, se alegra mucho al oír la voz del esposo. Así que esta alegría mía ya se ha cumplido. Es necesario que él crezca, y que yo decrezca”. (Juan 3:28-30)

Estamos llamados a guiar a las personas a Jesús. No hacia nosotros mismos. La razón de eso es simple: Solo Jesús puede salvar y merece la Gloria, no nosotros. Sin embargo, nuestros corazones a veces se inclinan al orgullo. A veces queremos figurar o sentirnos importantes.

El gozo de Juan era que Cristo fuese más evidente que él. ¿Es ese nuestro gozo también? Es triste ver cómo hay profesantes de la fe cristiana que pretenden ser el centro de atención en vez de apuntar a Jesús. Ellos quieren brillar, no para la gloria de Dios, sino para la de ellos mismos. Necesitamos orar para que Dios nos cuide de eso.

También necesitamos estar alerta cuando, al seguir a Jesús y por la gracia de Dios dar frutos, algunas personas nos consideren “súper” santos o importantes (lo cual es dañino para esas personas), para no llenarnos de orgullo y/o desviar a las personas de fijar sus ojos en Jesús.

2. Predica la verdad completa.

“Cuando él vio que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: «¡Generación de víboras! ¿Quién les enseñó a huir de la ira venidera? Produzcan frutos dignos de arrepentimiento, y no crean que pueden decir: “Tenemos a Abraham por padre”, porque yo les digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham. El hacha ya está lista para derribar de raíz a los árboles; por tanto, todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado en el fuego.

A decir verdad, yo los bautizo en agua en señal de arrepentimiento, pero el que viene después de mí, de quien no soy digno de llevar su calzado, es más poderoso que yo. Él los bautizará en Espíritu Santo y fuego. Ya tiene el bieldo en la mano, de modo que limpiará su era, recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que nunca se apagará.» (Mateo 3:7-12)

Juan el Bautista predicó un evangelio completo. Sin censura.

Es necesario que hagamos lo mismo para que las personas, por obra del Espíritu Santo, vean la necesidad que tienen de un salvador. Así podremos decirles: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…” (Juan 1:29)… y entenderán realmente de qué va el evangelio.

Las personas necesitan la verdad y no algo que luzca como la verdad. La verdad siempre incomoda, pero si amamos a las personas y queremos que sean salvas debemos proclamarla a los cuatro vientos.

3. Recuerda la razón por la que tienes un ministerio.

“Fueron entonces adonde estaba Juan, y le dijeron: «Rabí, resulta que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, y de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos acuden a él.» Juan les respondió: «Nadie puede recibir nada, si no le es dado del cielo…»” (Juan 3:26-27).

Juan no se preocupó cuando su popularidad empezó a descender por causa de que las personas acudían a Jesús, ya hemos visto que él sabía que eso debía ser así porque sólo Jesús es digno de toda la gloria. Además, Juan entendía que su ministerio era un don de Dios.

Todos estamos llamados a predicar el evangelio y vivir para la gloria de Dios en nuestras iglesias, trabajos, hogares, etc. Así que, debemos ser siempre humildes y recordar que no merecemos ni siquiera predicar el evangelio porque hemos pecado y somos salvos por pura gracia. (Romanos 3:23, Efesios 2)

Lo que hacemos por Dios en realidad es un regalo de Él para nosotros. Esto debe impulsarnos a abandonar compararnos con otras personas. Esto debe llenar nuestros corazones de humildad. A fin de cuentas, un cristiano orgulloso tiene poco o nada de Cristo.

¿Te atreves a aplicar estas tres lecciones en tu vida?

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