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Después del servicio, no te vayas corriendo
Por: Gerson Morey

Publicado originalmente en El Teclado de Gerson

En las iglesias cristianas hay todo tipo de personas. Algunos introvertidos, otros extrovertidos. Algunos callados y otros conversadores. Unos reservados y otros espontáneos. Y aun que esto es una realidad, quiero destacar algo de mucha importancia acerca de nuestra personalidad, en particular cuando se trata de los servicios de adoración.

La reunión de los santos en los servicios dominicales, tiene como principal objetivo la adoración corporal que juntos le ofrecemos a Dios. En esta reunión no deben faltar algunos componentes para que cumpla el modelo bíblico y se pueda llamar un servicio de adoración. Desde luego, que una parte central la ocupan los cánticos de alabanza que le ofrecemos al Señor. Luego la predicación de las Escrituras son parte indispensable, puesto que la proclamación del Evangelio por los pastores y la reverencia y atención prestada por el pueblo, son también expresiones de nuestra adoración a Dios.

Sin embargo cuando miramos la descripción de las reuniones de los cristianos de la iglesia primitiva, notaremos un aspecto importante que Lucas destaca:

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42 ).

Más adelante dice:

“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo” (Hechos 2: 46-47).

A la luz de estos versículos, una de las verdades que se desprenden es el hecho de que los creyentes tenían comunión “unos con otros” y ademas estaban “juntos”. Y es precisamente este aspecto que se constituye en otro de los componentes de nuestra adoración a Dios. Los servicios dominicales, nos proveen ocasión para el compañerismo y la comunión “unos con otros”.

Esto del compañerismo cristiano es una evidencia de nuestra nueva naturaleza, y por eso el apóstol decía: “…amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios…” (1 Juan 4:7)

Cuando asistimos a los cultos de la iglesia, debemos recordar que parte de nuestra adoración a Dios es la buena actitud que mostramos a los hermanos y el tiempo que dedicamos para el compañerismo. Dicho de otra manera, todos debemos participar de la comunión unos con otros, y esto, al margen de nuestra personalidad. Por no entender esta verdad, algunos salen de los servicios, como si estuvieran escapando y huyendo de la comunión con los hermanos y evitando el contacto con ellos. Esto no glorifica a Dios.

El compañerismo cristiano es un aspecto muy importante para el crecimiento espiritual y un medio que el Señor usa para la edificación entre creyentes. Debemos ser conscientes de su valor y esforzarnos por complacer a Dios.

Seas callado o conversador, extrovertida o introvertida, acércate a los invitados, conversa con otros creyentes, conoce y comparte. La comunión es indispensable porque necesitas de tus hermanos y hay hermanos que necesitan de ti. Por eso, los domingos después del servicio, por favor no te vayas corriendo.