AQUEL VIEJO FARISEO

Por: Enrique Oriolo
Domingo, 21 de junio de 2015

Un hombre fariseo llamado Nicodemo vino ante Jesús de noche para saber más sobre Cristo y su obra. Esa conversación ha sido grabada en los cielos y en nuestras Biblias para siempre, allí está el Maestro diciéndole que para que vea el Reino de los Cielos es necesario volver a nacer y este viejo fariseo pregunta honestamente: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo?”.

Luego de un tiempo, él mismo volvería de noche a ver al Maestro, pero ya habiendo consumado su obra, Nicodemo traería consigo mirra y aloe para cubrir el cuerpo de su Señor, que había entregado su vida por él y por todos los que creerían. Quizás, y me gustaría pensar que aquel hombre viejo pensaría en las palabras de aquella primera conversación:

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo aquel que cree, tenga en El vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El”.

Y allí yacía el Unigénito del Padre, en sus brazos, mientras el viejo hombre estaba cubriéndolo de especias como era la costumbre judía para la sepultura. Esas especias fueron el último perfume de un cuerpo que estaba a punto de ser revestido de la gloria que tuvo una vez con el Padre y para estar sentado a la diestra de Dios por la eternidad.

En contra de los hipócritas religiosos, y a pesar de todos los pronósticos, allí estaba ese viejo fariseo, honrando a su Maestro, que le había enseñado que todo aquel que crea en Él tendrá vida eterna. Y allí estaban José de Arimatea y Nicodemo, unos viejos fariseos, poniendo al Mesías en la tumba que no podría retenerle más de tres días como estaba escrito. Ese tercer día, el soberano del Universo se levantó de la muerte para nunca más morir y para proclamar a todos los rincones de la creación: el que cree en mi tiene vida eterna.

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